sábado, 2 de julio de 2011

I had this crazy dream last night...

— ¡Bendita!
Las gotas caen del techo y se estampan con las soleras del patio.
— ¡Bendita!
El gato negro que se había refugiado bajo las grandes hojas de la enredadera salió de un brinco y estiró el cuerpo. Soltó un maullido breve y huyó hacia los portales azules del fondo.
— ¡Bendita!
Quedaban unos sutiles remanentes de la lluvia de la noche. En julio los niños no van a la escuela, por lo tanto las mañanas son quietas como el gato que se ha trepado al muro tejado y se relame tranquilamente las patas. El vapor de lluvia se desprende como el respirar de la tierra...
— ¡Bendita!
..., ..., ..., ...
El reloj marcaba las nueve y cinco y nadie se escuchaba, solo las goteras armaban un silencio acompasado de tronidos suaves. El gato había terminado de asearse y únicamente miraba al horizonte como estudiando el clarear. En sus ojos se reflejaba el verdor de las montañas, cansado movió los bigotes y de un brinco se fue...
— ¡Bendita!
La señora empuja la puerta y deja la caja de plátanos encima del asiento de palo.
— ¡Bendita tu señora, Santísimo! Ves que una va por los plátanos del apoyo a estas horas de la madrugada y usted que nomás berrea. ¡Qué caray con usted que sigue acostadote!
El señor la mira indispuesto a escuchar su descontento. Ella se acomoda los grandes senos moviéndolos dentro de su vestimenta súper colorida y se echa en el asiento contiguo a los plátanos. Suspira.
— Bendita —la mira y le avienta un beso de viento—, anoche tuve un sueño loco.
— ¿Ah sí? —le dice Bendita con tono sarcástico y se estudia las uñas con detenimiento. Prosigue—: ¿Qué soñaste pues?
Santísimo se sienta sobre la cabecera y se protege con los brazos cruzados.
—Tuve este extraño sueño en donde los candidatos al gobierno compraban el puesto, era un país de pobreza; no existía la equidad ni ninguno de los derechos humanos —Santísimo le da tiempo a Bendita para que haga comentarios pero ella no hace ninguno; Santísimo prosigue.
» Estaba en una ciudad donde las personas tenían la misma cara, la misma ropa, que era roja, iban hacia un mismo lado; caminando al paso lento, y si los mirabas de cerca, andaban de reversa. Me decían “Voto ulterior” Ese sábado me llevaron por la noche a una cerca y allí me dispararon con tinta azul, me dejaron allí tirado. Un hombre amarillo me levanto, me cargó  y en su camioneta me rellenó de veneno dorado. Era dulce al principio…en amargo se trasformó al final. Como la primera vez me aventaron a la intemperie. Llovía. Al último llegó un tipo guapo —mira de reojo a Bendita, no vaya a ser que lo malinterprete—, y  me cargó hasta su limosina; allí me dio una taza llena de chocolate  caliente que humeaba y se condensaba en mis bigotes, le di un sorbo y con esto caí en un sopor delicioso. Se despidió de mí con un apretón de manos diciendo: —Estaré ahí cuando me necesites.
» Me bajé de su  limosina y parado ahí  me quedé  setenta años, bajo la lluvia. Viendo pasar las ánimas que al verme aventaban una moneda de aire y con un ademán decepcionado, se iban al purgatorio y de ahí los regresaban para sufrir otro seis años  más. El alma les brillaba en escarlata refulgente. Bendita, me mojé con meados, la mierda me sirvió de alimento. Pensaba en el tipo guapo y lo llamaba…jamás regresó por mí. Pasaba junto a mí  pero se hacía  el desentendido. Cada seis segundos pensaba en él y elegía su providencia; de ella recibía solo viento y con él me fui  llenando. Cuando pasaron setenta años estaba trasparente, sin color. Ni los orines me coloreaban ni la mierda me alimentaba, me aburrí de ella y solo cuando decidí no comerla más desperté.
Bendita se le queda mirando y agita la cabeza en señal negativa.
— ¿Qué  pasó, bendita? —le inquiere como intentando leer sus pensamientos.
Ella se queda pensativa y de pronto se sobresalta, se ha acordado de algo. Inhala profundo y dice:
—Levántate, Santísimo. Que hoy hay elecciones… ¡A votar!
Ambos se espabilaron cogiendo la ropa que encontraban a su paso para abrigarse y salieron a paso decidido. Se perdieron en el horizonte; eligieron no seguir comiendo mierda y entonces regresaron con color de veras.
» Tuve este extraño  sueño anoche, en donde los políticos no se acordaban de sus promesas, donde cambiaban al país con cuerpos deshechos en campos de batalla (hogares y calles rodeadas de civiles). Soñé con un ejército de querubines chamuscado…un lugar que se asemejaba a un infierno sin fuego, las balas eran palabras y en los diálogos salían muertos vivientes. Todo dudaba, era todo falso…la cultura era olvidada, no como ahora, porque ahora que dejé de alimentarme con mierda, logré despertar.

viernes, 1 de julio de 2011

Existo luego pienso.

En dos mil cuatro, el escritor inglés Mark Haddon llegó con una obra que revolucionaría para siempre las publicaciones que trataran sobre autismo. “El Curioso Incidente del Perro a Medianoche” (Salamandra, 2004) se convirtió rápidamente en el espejo que reflejaría la situación que viven cientos de niños alrededor del mundo; un filtro por el cual los humanos lograríamos ver  un poquito más de cerca aquel mundo lleno de lógica y rectitud. Por ello se le concedió el Premio de la Commonwealth al Mejor Libro.
Unos años después, acá en occidente, la escritora sonorense Eve Gil dio un electrochoque al género mangako con el que le devolvió nueva vida, este choque eléctrico (queriendo o sin querer)  también contuvo rasgos autistas. “Sho Shan y la Dama Oscura” (Suma de letras, 2009) fue una obra apreciada por los lectores y hoy día, aún no deja de causar vibraciones emotivas en cada uno de los nuevos seguidores que alcanza.
Este dos mil once llegó un nuevo libro como muchos otros, y, como muchos otros, causo revuelo entre los ávidos lectores que devoraron sus páginas. Pero hay algo que hace un tanto especial a esta obra de las demás, y esto es:
…El mar…
            …la playa de arena blanca…
De esta forma, Sabina Berman en su novela “La mujer que buceó dentro del corazón del mundo” (Planeta, 2010) inicia el relato de doscientas ochenta y cuatro páginas que se irían como una sola…
Entonces, en el recuento estaba Haddon con Christopher John Francis Boone, el chico que conoce las capitales de todos los países del mundo, la teoría de la relatividad y puede recitar los números primos hasta el 7,507. Luego Eve con Lulú, la niña de preescolar que es acusada de haber asesinado a su mejor amigo, Toto. Y ahora Berman con Karen, la zootecnista que nace gritando a todo pulmón, completamente formada, pelona; con todo y calcetas y huaraches puestos. Todos estos caracteres son, de alguna u otra forma, autistas. Mark no lo dice, Gil lo menciona furtivamente como AS (Asperger’s Syndrome) y Sabina lo grita: Autista.
Ya está, el punto al cuál quería llegar, la etiqueta que propuso Leo Kanner hace muchos años y que luego Hans Asperger le dio un subtipo, algo así como un hijo: El síndrome de Asperger.  Esta condición autista (encerrado en uno mismo) sugiere sutiles cambios entre un caso y otro caso, y sin embargo, el mismo espectro se manifiesta así: relación interpersonal deteriorada, puntos extremos de conducta y de actitudes (y aptitudes, obviamente) y una genialidad imparable.
Karen es así como es Karen.
Karen es así como es Yo. Porque para Karen, Karen es Yo
Berman supo en qué medida dosificar el autismo en las palabras. Como ya he mencionado, las doscientas y tantas páginas escurren por la vista como si fueran un solo folio y a través de estas  -¿o de esta?- vamos mirando a través de unos ojos tan puros como la luz de un bosque sano, al ambiente estéril (y no me refiero a lo limpio sino a lo infructuoso) contrapuesto a esta clareada bondad. Y así llegamos a conocer a una chica que se ha convertido en la tácita heredera de una industria atunera y de un caserón antiguo, y que de alguna forma, ataviada en su traje de neopreno, nos logra llevar hasta los litorales de Mazatlán e incluso, sin ahogarnos, nos sumerge en las aguas azules del pacífico mientras la pesca se lleva a cabo desde arriba; bajo la tradición ancestral de pescar atunes con arpones delgados. Karen se adentra en su cápsula semipermeable llamada autismo separándose así del mundo al que no pertenece y que sin embargo, ha sido destinada a vivir, a pensar y a existir; esto, en el orden que ella quiere: existir luego pensar. Llenar los pulmones de aroma de limón y comer lenguas de atún caro en medio del océano ¿Por qué entonces pensar si se puede existir antes? ¿Quiénes son los autistas? ¿Los de éste lado o los del otro? Y mientras, la pesca sucede y el mar se ha teñido de rojo sangre.
Una faceta activista a favor del medio ambiente es llevada a lo largo de la trama. Karen se va a estudiar a otro país. Estudiará  Zootecnia sin saber porqué; bajo  órdenes de la tía tutora.
 La niña greñuda, Yo, aquella mugrosita que tiene la marca del salvajismo humano cruzando su espalda, surcándola en diagonal de un lado al otro, ella se convertiría en una activista ecológica para salvaguardar los atunes azules y luego, será reconocida en los pódiums más altos y honorables. Increíble pero antes de nacer, su madre le ha hundido en las bajezas del animalismo y como castigo cayó en la putrefacción del olvido donde se quedaría para siempre. Murió una vez y luego otra vez, luego para siempre. Entonces Karen ha nacido, su tía le ha dicho Yo y ella Yo, luego Tu; después millares de papelitos de colores bañaron el  universo y en seguida universitaria. Una adolescente que nunca dejó de ser Yo; ella misma dentro de Karen. Al final: dentro del corazón del mundo.